viernes, 20 de agosto de 2010

Dicen de Sana’a que es una de las ciudades viejas

Pais muy interesante:
Dicen que algunos pilares están considerados maravillosas obras maestras, es una verdadera joya pero sólo se permite la entrada a los musulmanes. La ciudad antigua tiene varias mezquitas no menos bellas o maravillosas: La Mezquita Salah ad-Din, construida en auténtico estilo yemení, se localiza en la parte este de la ciudad. Al igual que la Mezquita Qubbat al-Bakiliya/Bakirriya, que fue construida en el año 1600 por los turcos y restaurada en el siglo XIX, por el Sultán otomano Abdul, es un buen lugar para reflexionar. La Mezquita Qubbat Talha, en la parte oeste, presenta un estilo típicamente turco, especialmente en el diseño de sus cúpulas. La relativamente reciente Mezquita al-Mutwakil, de estilo turco y que se encuentra en Ali abdul Mogni, fue construida por el Imán Yahya a principios del siglo XX. La cúpula de Al-Mehdi Abbas data del siglo XVIII. Y por último admirar el hermoso y brillante minarete de la pequeña Mezquita al-Aqil, que puede ser contemplado durante la noche dominando el Souk al-Milh. La Universidad de Sana’a que data de 1970. Al sureste de la muralla se encuentra, sobre una elevación de época sabea, la antigua ciudadela de Qsar al-Silah, fue reconstruida después de la llegada del Islam en el siglo VII y aún permanece intacta. Desgraciadamente no se puede entrar en ella ya que es utilizada, en ocasiones, por las fuerzas militares. Si tenemos la oportunidad de subir al atardecer al mafraj, en la parte más alta de algún hotel, podremos disfrutar de excepcionales vistas sobre la ciudad, punteada de minaretes. Su brillo es especial, único cuando los rayos de sol se despiden de las 14.000 viviendas de dudosa verticalidad que habitan intramuros de la Ciudad Antigua. La única parte de la ciudad antigua que conserva el bullicio hasta medianoche es Bab al Yaman, las parrillas de kebab, los puestos de especias, los hornos de pan y la fruta fresca nos dan la bienvenida a este portal, auténtico vestíbulo del país, podemos sentarnos en la terraza del bar adyacente, a cierta altura, para contemplar el movimiento hasta que los últimos mercaderes cierren el chiringuito.
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