viernes, 20 de agosto de 2010

Camino a Mukalla

Viaja y diviertete:

Los conductores sujetan con fuerza los volantes de sus coches que cuidan con mimo y esmero a cualquier hora. En una curva del camino , el primer coche se ha detenido y Nasser nos hace bajar para ver el paisaje verde del fondo del valle y los altos farallones que lo secundan a lado y lado. Después de comer volvemos a nuestros coches y emprendemos el regreso cruzando otro lecho de río, éste con dos palmos de agua y con palmeras enanas que golpean suavemente los costados del coche.

Nasser, nuestro guía, ha cambiado de coche y viaja ahora con nosotros. Como siempre, no dice dónde vamos y así consigue sorprendernos. El coche sube en zig-zag por las laderas de la montaña engullido por su altura y protegido por su sombra, cuando llega a lo más alto empieza a correr por una llanura en la que no hay absolutamente nada, hasta que Nasser levanta el brazo y los coches se detienen. Bajamos, nos hace una señal, sólo tenemos que mirar hacia nuestra izquierda abajo y nos quedamos sin habla. No hay palabra en ningún idioma que pueda expresar tanta belleza, estamos en lo alto del Wadi, a nuestros pies una serpiente verde se pierde al final del horizonte y la densidad del polvo penetra en nuestras gargantas acostumbradas sólo a la contaminación.

Al proseguir el viaje, el impacto de esa visión sigue en nuestra retina. La sombra del coche, ligeramente deformada por la luz crepuscular, viaja con nosotros a ras de suelo sorteando baches y piedras. Adel, el chófer, ha parado de repente la música y al preguntarle con la mirada nos contesta señalando al cielo “ALLA-HU AKBAR” es su manera de decir que es la hora de oración “al-magrib”, la penúltima del día. No sabemos si interiormente está rezando, pero respetando este momento hablamos en voz baja.

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