Pero ahora las cosas han cambiado. Cerdeña y su maravillosa Costa Esmeralda son ahora el clavo que más arde durante la temporada estival. Sobretodo, en Porto Cervo, donde atracan yates que tienen tres o cuatro plantas y hasta heliopuerto.
Nos hemos habituado a ver posados de gente como Flavio Briatore, Alejandro Agag o Naomi Campbell. Pero si quieren ahorrarse facturas de 20 euros por un refresco y un café, háganme caso, no pasen por esa zona.
Y no es únicamente una cuestión económica. Lo que ocurre es que esta isla que tiene casi 300 km de punta a punta es mucho más rica en paisaje, cultura y ocio de lo que la gente piensa. Empezando, por ejemplo, por Alghero
Sus rasgos arquitectónicos medievales no se alejan del patrón mediterráneo: calles empedradas y sinuosas, balconadas floradas o torres de vigía que han permanecido indemnes al paso del tiempo. Y es que ya hace más de seis siglos l’Alguer formaba parte del dominio de la Corona catalano-aragonesa.
No deja de ser curioso. Porque llegado desde Barcelona, a uno le hace gracia leer el nombre de algunas calles en catalán o ver cómo ondean las señeras a modo de proclama identitaria. Por supuesto, a parte del valor histórico de la visita, no pierdan la oportunidad de tomar una copa en King’s o de cenar en Al Tuguri: un auténtico placer para los sentidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario