jueves, 11 de junio de 2009

China - montañas amarillas

Viaje muy interesante:
Poco antes de las 19.00h una furgoneta vino a recogernos. Dentro, una jóven china nos repartió unos billetes de tren. Apenas habíamos pagado 50€ por tres días, así que no esperábamos grandes lujos. Los billetes correspondían a asientos de madera y se esperaba que alcanzáramos nuestro destino poco antes del mediodía. A la posibilidad de que pudiéramos obtener un asiento más confortable la respuesta fue clara: No es posible. Así que, cargadas con nuestras mochilas, subimos a aquel tren. Al menos teníamos dónde sentarnos. Fueron muchos los compañeros de viaje que durmieron en el suelo aquella noche. O de pie. La gente apostada en los pasillos nos aplastaba. El jaleo de la multitud que parecía competir por hablar más alto nos impedía conciliar el sueño en aquel vagón a rebosar en el que entraban y salían viajeros de forma intermitente. Las tenues bombillas del tren parecían lucir como el sol en la mañana y el olor a comida ya comenzaba a impregnar el convoy.
Las horas pasaban lentamente. Habríamos alcanzado el destino más rápidamente en bicicleta. La travesía parecía interminable y los vagones seguían atestados por una multitud de chinos a los que parecía no importarles las condiciones del viaje. Habíamos desistido de entrar a los baños. Los agujeros no nos parecieron muy apetecibles y el hecho de que se encontraran junto al escupidero no nos sedujo.
Comenzó a amanecer. La multitud comenzó a dispersarse. Unos pocos nos quedamos en aquel tren. Y nos mirábamos unos a otros: todos esperábamos echar una cabezadita antes de llegar a Huangshan. Estiramos las piernas y parecimos dormir como nunca. De pronto, una voz nos despertó: habíamos llegado al destino.
Fuente:http://www.viamedius.com
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