jueves, 20 de agosto de 2009

Centro colonial de Funchal

Lectura muy amena:
Sin embargo, siempre había tenido más trabajo que el debido. Sucede que mis tres hijos jamás se terminaron de ir de mi casa. Mi hija mayor tuvo sus cuatros hijos, con dos hombres diferentes, y todos siempre vivieron en mi hogar.
Mientras ella trabajaba, yo debí ocuparme de mis cuatro nietos, una forma decorosa de decir que tuve que criarlos.
El del medio siempre tuvo un gran Edipo conmigo, relación que lo llevó a visitarme, junto a su tropa – su esposa y sus tres hijos-, todos los días de su vida.Y él más chico fue el más desapegado, aunque desapegado es un decir. No vivía en mi casa, ni nos visitaba todos los días, pero venía a cenar tres veces por semana.Claro que me hacía feliz tener a mi familia tan cerca, que nuestros hijos y nietos nos valoraran y quisieran tanto, pero estaba un poco cansada.
Y aunque ya había alcanzado los setenta años, tenía muchos sueños por cumplir. A mi marido le llegó el turno de jubilarse del banco y, sin querer queriendo, tímidamente, empezamos a macerar un anhelo de años.
En principio probaríamos y, más adelante, en caso de gustarnos, tomaríamos una decisión. Siempre habíamos soñado con vivir en un sitio de playa; levantarnos temprano, alquilar una lanchita y pescar. Un sueño sencillo y hermoso.
Nuestros hijos y nietos se entristecieron con la noticia. Hubieran dado todo porque no nos fuéramos y eso que nos íbamos sólo un invierno a probar.
Y así partimos a Funchal, capital de la Isla de Madeira, región de Portugal. Claro que habíamos sido muy precisos a la hora de seleccionar un lugar, un sitio que se funcionarizaba con nuestros anhelos.
Para quienes no han oído hablar de Funchal, les cuento que es una isla de hermosas playas, de aire colonial, con un entramado de callecitas componiendo el centro de la ciudad y unas cuantas tiendas artesanales.
Nunca tuve tanto tiempo para dedicarme al tejido como en aquel invierno de clima tropical, y mi marido nunca se bañó tanto en aguas tan sabrosas.
Por otra parte, su paladar se enamoró, a primera vista, del vino seco de Madeira, acompañado de “bolo do caco”, un pan de harina de trigo con ajo, manteca y perejil.
Las tardes de aquel invierno nos encontraban paseando por el centro colonial, disfrutando, yo más precisamente, de esa tienda de objetos de mimbre que empecé a mirar para la decoración de mi nueva casa. Sin consultarnos, sabíamos que habíamos tomado una decisión.
Fuente:http://www.eviajado.com/
Enlace recomendados:
www.ofertasdeviajesbaratos.com
www.vuelosbaratosweb.com
www.vuelosbaratosnet.com
www.cheaperflightsnet.com

No hay comentarios: