jueves, 5 de febrero de 2009

Tradiciones de Cantabria

Viajar es vivir:
Me asustaba que no fuéramos a encontrar todo lo que mi abuelo esperaba, pero su sonrisa, que siempre había sido tan franca, me quitaba los miedos.
Íbamos en un auto, camino al pueblo, y mi abuelo hizo parar al chofer en un boliche. Allí pidió una copa de sidra de manzana y la tomó de un solo sorbo. Verlo así, tan vital y contento, me emocionó. Nos invitó a sentarnos, a mí y al chofer del taxi, y pidió tres platos diferentes: un cocido montañés, una porción de salmonete y otra de besugo; esos dos pescados que tanto había buscado en casa y nunca había hallado. De postre hubo cojones del anticristo, una delicia bien parecida a los típicos crepes.
Debíamos llegar a su pueblo en Castro Urdiales, y sabía que lo iba a reconocer. Había escuchado tantas veces las historias de mi abuelo que supe que estábamos llegando.
No era una metáfora aquello que me había dicho debajo de la parra; él llegó y besó su tierra, literalmente. Se arrodilló frente a un árbol, que dijo haber trepado durante su infancia, y besó esa tierra curtida por el trabajo humano.
De pronto el pueblo se fue enterando de la llegada de mi abuelo -tras setenta años de ausencia- y ese beso fue devuelto en cuotas superiores. No pude dejar de llorar ni un momento. Ese abuelo que, últimamente, casi ni se apartaba de su cama, ahora podía caminar por el Parque Natural Saja-Besaya; y pasear con sus amigos de la adolescencia por el Pantano del Ebro (refugio nacional de aves acuáticas) .Y andar por el camino de Santiago de Cantabria, con esa hermana con la que debía contarse toda una vida de distancia.
Fuente:http://www.eviajado.com
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