jueves, 19 de febrero de 2009

Relato:Viaje en autobus

Relto muy interesante:
He devuelto el mazda 3 en Herz sin ningún problema, indemne tras 10 días recorriendo Arizona por carreteras y caminos. La negra redonda que ha hecho la revisión no ha visto una raya en un cristal de las luces traseras, creo que fue producido por una rama de palmera la noche ventosa de Las Vegas. Ni se ha inmutado cuando ha visto la alfombrilla del conductor sucia y llena de tierra, producto de tanto camino y barro pisado días atrás. Me he ahorrado, pues, algunos euros después de arriesgarme a no pagar ningún tipo de seguro del coche. Ya sabes que estuve muy cerca de tener un accidente.Por suerte, la oficina Herz del aeropuerto de Phoenix está a unos cientos de metros de la estación de autobuses. Si uno quiere conocer bien un país y sus gentes, tiene que viajar en los transportes públicos. En sus estaciones se reúne el pueblo llano, y el indigente que pueda colarse para guarecerse del frío y la desesperación. Pero ya no dejan entrar a quien no disponga de billete.Un negro que aparenta unos 30 años se ha sentado a mis espaldas, pero enseguida un segurata negro orondo, a indicaciones de un blanco cincuentón, le ha pedido que saliera de la sala de espera. El joven negro se ha tirado hacia el blanco, “¡Focking you...!”, y han estado cerca de pelearse. Un incidente sin importancia, pero dice mucho de esta sociedad cruel, donde los sin techo son marginados crónicos, sin remisión posible.Ya estoy en un autobús greyhound camino a tierras californianas, y me encuentro mejor de lo esperado, aunque un poco drogado, supongo que por las dos pastillas que me tomo cada cuatro horas. La empleada hispana que me ha vendido el billete me ha dicho que hay una epidemia de gripe muy fuerte en Arizona, que ella tiene desde hace dos semanas. Seguro que se coló un virus por la ventana abierta del motel Budget Inn de Kingman. ¡Me ha costado un buen trancazo querer hacer buenas fotos por el desierto de Arizona!Desde el autobús veo un paisaje californiano igual de árido que Arizona. Hundido en mi asiento, la cara lánguida, recuerdo a Sterling Hayden, un actor “maldito” que me atrajo desde que ví “La jungla de asfalto” (John Houston, 1950), donde interpreta a un ladrón que, tras quedar herido de muerte en un tiroteo por defender a una mujer, sólo desea regresar a la granja de sus padres para morir viendo a sus caballos. Me impresionó su derrotado rostro apoyado en la ventanilla del coche, cuando se dirigía hacia su triste muerte.
Fuente:http://www.vivetuviaje.com
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