sábado, 7 de febrero de 2009

Estamos en Antibes

Viajar es vivir:
Después de esa hora en verano se está bien sólo en la sombra o en la playa. Hay una ensenada encantadora debajo de la muralla. La primera vez en mi vida que para llegar a la orilla del mar tengo que atravesar un arco de piedra para encontrarme directamente en la arena con la inmensidad y el color que da nombre a esta costa delante.
Saliendo de la playa con los ojos llenos de sol, contrasta el viejo marrón del fuerte a lo lejos con la blancura de las mil barcas que atracan en el semicírculo que, protegido por construcciones de otros tiempos, forma el puerto.
Volvemos hacia el pueblo (visita virtual ) y callejeando nos damos cuenta de que es día de mercado. Pero no es un mercado normal. Las esencias características de la Provenza francesa llegan hasta nuestros cilios. Uno piensa al perfume mientras observa curioso las decenas y decenas de compartimentos de madera que hacen de contenedores a cada semilla, a cada flor seca, creadores del invisible seductor culpable de la sinapsis con los bulbos olfatorios. También se vende pescado, para contrastar. Bajo el techo de madera proliferan los colores de la fruta y las esencias, fuera, a los lados, un enorme pez espada te sorprende caminando. La presentación de cada mercancía denota un buen gusto innato.
Fuente:http://www.eviajado.com/
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