martes, 19 de enero de 2010

India - Leh

Lectura muy amena:
El conductor del jeep-taxi tomó un desvío desde la carretera principal, que más allá de Likit se había convertido en una terrible pista de tierra y piedras angostísima y llena de agujeros. Al atardecer llegamos a un valle paradisíaco donde no se veía ni un alma. El conductor dijo saber donde había una guest house, pero donde buscó no había nada. Finalmente nos enteramos de que no se podía llegar con el jeep a Dha: la aldea no tiene pistas o calles.
Seis de la tarde, el sol bajaba, cargamos nuestras mochilas y nos pusimos a caminar. Al conductor lo amenazamos con matarlo si nos abandonaba en ese paraíso donde no había ni un ser viviente, así que nos siguió sin decir nada por una senda estrechita que bordeaba huertas floridas y cultivos amarillos y naranjas. Finalmente encontramos una casa. Salió un hombre que efectivamente por su altura, su color de piel y sus rasgos, hubiera podido ser mi hermano. Claro que antes habría que haberlo dejado sumergido en agua y jabón durante unas horas: si los ladakhis tienen fama de sucios, la gente de Dha parece que no se ha bañado -ni se bañará- nunca. El conductor tradujo: allí podíamos quedarnos a dormir. Oscurecía, ya casi no se veía nada. A mí me dio miedo. Mucho miedo.
Fuente:http://www.viamedius.com
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